Venezolanos LGBTIQ están varados en diferentes países centroamericanos, expuestos a los mismos peligros que tuvieron que sufrir en la selva del Darién.
Era su cuarto día en la selva del Darién. Ismael descansaba en un campamento con otros migrantes venezolanos después de caminar entre ríos y barro cuando se enteró del anuncio del Departamento de Seguridad Nacional que les prohibía el ingreso a Estados Unidos, el famoso Título 42. Algunos dijeron a otros que se habían comunicado con sus familias y que les habían dicho que ya no había posibilidad de pedir asilo en EE.UU.
«Estaba devastado. Sentí que me había esforzado tanto para juntar el dinero, y todo el esfuerzo de atravesar la selva, todas las necesidades que pasé, el hambre que pasé, había sido en vano”, dice Ismael.
Varado en la capital costarricense, Ismael ve cada día a familias enteras de Venezuela mendigando comida y durmiendo con sus hijos en las calles. «Es muy triste». Su estado de ánimo es malo: se siente frustrado, preocupado, angustiado. Quiere salir de allí y seguir a México, pero no tiene dinero.
“En este momento tenemos 88 venezolanos LGBTIQ, migrantes, refugiados o solicitantes de refugio en nuestra base de datos. La cual representa la segunda nacionalidad con más personas dentro de IRCA CASABIERTA, solo superada por la población nicaragüense. La mayoría de las personas que ingresaron a partir de octubre están en la categoría migratoria de solicitantes de refugio”, explica Yahir Araya, director de comunicación del Instituto sobre Migración y Refugio LGBTIQ para Centroamérica (IRCA CASABIERTA).
Advierte, además, que muchas personas en tránsito han decidido quedarse en Costa Rica, pero que el país no cuenta con albergues ni planes gubernamentales para proteger a la población LGBTIQ.
Razones para huir