El salvadoreño “Sergio Ruiz” salió huyendo del calvario que significa en su país pertenecer al colectivo LGBTQIA+. Llegó hace un par de meses a la ciudad de Nueva York, luego de cruzar la frontera sur, siguiendo el “espejismo” de que la Gran Manzana, es un refugio automático y seguro, para quienes huyen de la violencia por su orientación sexual e identidad de género.
El joven gay fue recibido en un mega refugio para migrantes en Randalls Island, en donde duermen cerca de 3,000 hombres. Allí fue agredido. Tuvo que pelear por su vida. Luego de ser víctima de vejaciones homofóbicas, por parte de otros migrantes, fue expulsado de ese shelter por “mala conducta”. Terminó en la calle, teniendo como una opción prostituirse en un vecindario de Queens, para sobrevivir.
Como “Sergio”, miles de jóvenes y adultos mayores, que han huido en los últimos meses de la homofobia y la transfobia de latinoamericana, pero también de la pobreza, se han encontrado en la Gran Manzana con una realidad “infernal” en los albergues de emergencia, que inclusive termina siendo peor que las hostilidades de las cuales vienen huyendo. A menos que cuenten con conexiones familiares, amigos u otros esquemas de apoyo.
A pesar de que la ciudad de Nueva York, es la meca mundial de los derechos civiles de la comunidad sexo diversa, los recién llegados que tienen como único punto de partida un refugio, son los más vulnerables al acoso y la violencia física y sexual.